Objeto-Sujeto
"Rosebud". Una palabra de siete letras basta para desencadenar la acción en la que, durante décadas, se ha considerado la cima del séptimo arte. Pero los que han visto la película saben que ese elemento clave de la narración no es una palabra, sino un OBJETO, objeto en el que un monstruo ebrio de poder había depositado su infancia perdida, quizá su último rastro de humanidad. Y muere sin poder compartirlo, ese es el drama: no hay nadie que escuche la historia que ese objeto tiene que contar.
El Hollywood de la Época Dorada sabe mucho de eso: de objetos convertidos en personajes, en actores de un drama. Proyecciones de anhelos, tal vez miedos, capaces de contar mucho sin decir nada. Hasta ahí llega la analogía con el libro que tiene en sus manos, porque lo que aquí se retrata no es el glamour de los focos y las estrellas, de los mitos, sino el de la verdad sin filtros imprimiéndose en el CCD de una cámara fotográfica.
¿Y cuál es la clave para captar la verdad de esos OBJETOS-SUJETOS? El momento y el lugar son un buen comienzo, sin duda, pero no servirían de mucho sin el genio humano tras la cámara; sin una persona capaz de escuchar, de empatizar, de desnudarse y desnudar a los demás para extraer la vida de los objetos y retratar el fetichismo de los sujetos. Ese es Abel Valdenebro. Ese es el encanto de estas fotografías. Ese es el valor de un libro que se convertirá en objeto mágico, generador de nuevos relatos.
Como los objetos de la época dorada del cine, este libro tiene un objetivo: contarle una historia. Abra bien los ojos si no quiere perdérsela.
Prólogo: Carlos Talamanca
Guionista y Copywriter